lunes, 14 de marzo de 2011

Es difícil encontrar a mujeres y hombres que no defiendan su ego a muerte.

Ego es, para que nos hagamos una idea lo más concreta posible, aquello que conforma casi totalmente nuestro carácter y modela el pensamiento y forma de actuar. El ego tiene mucho que ver con el programa social y cultural que recibimos desde la más temprana edad. En ese programa pesa mucho el tutelaje y la educación que nos ha dado la familia, en especial nuestros padres. El ego es, en esencia, un elemento importante que da forma a nuestra personalidad. Un poco más allá del ego se sitúa el alma que, a falta de términos mejores, es el núcleo de conciencia que se incorpora en un cuerpo unas cuatro lunaciones después de producirse la inseminación del óvulo. El alma es el nexo con otra parte superior de Conciencia que, por su naturaleza inmanifiesta, no puede sumergirse en el universo de la materia si no es desdoblándose a si misma.
En el alma se manifiesta con todo el esplendor la verdadera naturaleza humana, la legítima personalidad de un hombre. El ego no es más que una máscara que encubre al alma, relegándola a menudo a un segundo plano e incluso usurpando su natural soberanía. El ego no debería existir, al menos no de los modo que se desenvuelve ahora. Este ahora abarca, en realidad, un periodo dilatado que puede hacernos retroceder seis u ocho milenios atrás en el tiempo.

El ego actúa como un programa informático y lo denomino reactivo porque reacciona según impulsos de input-output. Un ejemplo de acto reactivo es el resumido en la frase: “si tu me haces esto yo te contesto u actúo de este otro modo”. Si alguien me sonríe, yo sonrío, y si alguien se pone a llorar inmediatamente buscamos en nuestros archivos mentales modos de comportamiento que se ajusten a esa circunstancia concreta y le diremos las “típicas” palabras de consuelo y cambiaremos nuestro semblante. Desde luego, los matices de esta programación casi fundamentalmente neuronal los pone la educación social que hayamos recibido cada uno de nosotros. Las personas que han viajado mucho y, por tanto han conocido otras culturas y modos de pensar, nos han indicado cuan diferentes pueden ser las costumbres de una nación a otra, especialmente las que procesan otras religiones y, por tanto, tienen otra teoría del mundo. No obstante, estas mismas personas tan viajeras han observado que, pese a esas diferencias, las reacciones y pensamientos son bastante parecidos. Esta homogeneidad de programa reactivo se ha impulsado aun más en estos tiempos de intercambio cultural masivo a través de los medios de comunicación, la inmigración y el comercio internacional. Mediante el uso de ese mágico invento llamado televisión se ha conseguido introducir la “educación” en nuestros hogares y uniformizar aun más nuestras mentes para que sigan una única dirección.
Dentro del actual programa socio-educativo se ha dejado de lado una parte muy importante: el alma y el espíritu de las personas. Prácticamente se está haciendo un esfuerzo enconado desde hace siglos por “desalmar” a la humanidad y convertirnos en meros egos reactivos. En el pasado, la religión intentó controlar al alma a través de la moralidad. La moralidad es un conjunto de leyes de conducta apoyadas en un mandato divino que se impusieron primero a golpes de vara y con castigos severos (incluso la muerte) por quienes ostentaban el poder. Por supuesto, esta moralidad que hablaba de hacer el bien al prójimo y de ser buena persona en general hubiera sido una manera de hacer brillar nuestra alma en los pensamientos y actos de cada día si no fuera porque, desde el principio, el programa tenía un cometido diferente al que aparentaba. No se trataba de liberar a la gente de la pesada carga del ego, sino de reforzar el mismo y enviar al alma a lo más oculto y recóndito de nuestro subconsciente. ¿Cómo se consiguió esto? Enviando a nuestra mente un doble mensaje. Mientras se nos pedía ser buenos chicos, los mismos que nos lo exigían actuaban de modo contrario a lo que predicaban e incluso sobrepasaron la maldad que se podía esperar de un ser humano. Esto decepcionó enseguida a la gente y produjo una reacción de rebeldía que fue aplacada inmediatamente con una violencia y fanatismo exagerado. Por tanto, la gente tuvo miedo de perder sus vidas y decidió el único camino que creyeron les permitiría sobrevivir: la sumisión a quienes abusaban de ellos. Sería largo exponer aquí como, paso tras paso, se ha conseguido someter a la humanidad a la esclavitud de la que hoy “disfruta”. Parece que todo ha acontecido como una sucesión natural de hechos que nos han llevado hasta el lugar donde ahora estamos. Pero, lo natural no era lo que está sucediendo ahora. La naturaleza tenía unos planes espléndidos para el hombre y no está mierda en la que nos encontramos ahora. Todo esto no ha sido la causa de una evolución natural sino de una manipulación de la naturaleza de las cosas y por ende de nuestro modo de interpretar la existencia, perpetrada por un colectivo más o menos numeroso de personas que se han creído por derecho divino a ser dueños absolutos de la humanidad. Y ello ha sido gracias a un maravilloso programa que lo denominaremos: EGO. El programa nos lo han “instalado” quienes intentan convertirnos en una sociedad de esclavos sin esperanza de escapar a nuestra condición. Esa podría ser la tara que todos sufrimos o, como nos contaron desde pequeños: el pecado original.
Suplantada el alma por el Ego, el siguiente paso es exprimirnos como limones y luego tirarnos a la basura. El alma puede seguir ahí, pero difícilmente consigue manifestarse en lo existencial. A veces, el ego comete tan grandes atrocidades que el alma acaba por retirarse casi del todo, dejando apenas un delgadísimo hilo en el cuerpo que ocupa para procurarle el hálito vital que lo mantiene con vida.
Pero el alma es una incansable luchadora y, en cuanto encuentra una pequeña ocasión, intenta manifestarse desde lo más profundo e intentar volver la situación a su equilibrio natural. Todavía hay mucha gente con inquietudes, que se preguntan quién soy, que hago aquí, de donde vengo y a donde voy. Buscan una contestación a estas preguntas existenciales. El programa EGO también tiene rutinas y subrutinas que se encargan de este tipo específico de personas. Las religiones siempre se encargaron de adoctrinar a estas obejitas soñadoras las cuales, si la programación sale bien, pueden convertirse a su vez en eficientes programadores de otras.
En Occidente, ante la decadencia de cultos, ha nacido una nueva fe que no es diferente a las anteriores, se la denomina genéricamente como la religión de la Nueva Era, donde Dios es la Energía que anima el universo (un concepto panteísta bien conocido), los ángeles y santos son seres de otros mundos, sabios e iniciados y la Virgen María la madre Tierra. Como todavía no está muy bien definido el ritual de este culto ni se ha unificado su doctrina este bebe de muy diversas fuentes religiosas del pasado, las cuales suelen partir de un mismo tronco común. A menudo te repiten que todas ellas son sólo una lo que es así, todas fueron paridas por una misma madre. Me llamó la atención descubrir que en este nuevo culto se erigen como maestros y dirigentes personas que poseen un programa muy afianzado de EGO. La gente que ha conseguido conectar con su alma y, por extensión, con el espíritu interior que los anima no hará más que comprobar el lamentable estado de todo esto.
Es necesario desprogramar a las personas y no existe otro medio que el de cambiarles el programa-virus que portan en sus cerebros. Cualquier doctrina débil, de las que se catalogarían en el espectro de las flower-power no valen para poner en su sitio al Ego. El ego no puede ser bueno ni malo, porque es reactivo e insustancial por si mismo. El ego puede imitar a alguien bueno y también puede imitar a un malo, pero si el alma no participa en ello, simplemente será un mero programa. Dentro de unos años, cuando por nuestras calles veamos androides y hablemos con ellos, comprenderemos bastante bien lo que es el ego. El ego no es más que un sofisticado programa reactivo. Incluso pensando es reactivo. Pero cuando el alma y el espíritu irrumpen en nuestros pensamientos se producen cosas nuevas. La inspiración, la intuición y la imaginación creativa pertenecen al terreno del alma así como la genialidad. Sensaciones tan fuertes y paralizantes como el miedo, el terror y la violencia desmesurada asustan enormemente al ego, pero apenas afectan al alma y mucho menos al espíritu.
El ego es algo necesario a nivel instintivo ya que nos permite mantenernos con vida y huir de ciertos peligros. Lo que ha ocurrido es que el ego ha usurpado el lugar del alma y esa es una situación errónea y nefasta para todos nosotros. Las doctrinas débiles no sirven porque estamos batallando con una doctrina que es fuerte, muy antigua y por tanto muy arraigada en nosotros. Se necesita una voluntad de hierro y el ímpetu de lucha de un guerrero para poder domar a ese monstruo que se ha hecho con el control de nuestras mentes. Para lidiar con el Ego no nos sirven las buenas palabras, sino las acciones impecables. El ego huye de cualquier manifestación del alma, sea propia o ajena. Los actos de heroísmo y sacrificio no los entiende, ya que el ego siempre lucha por su autoconservación, tampoco comprende porque se ha de dar sin esperar nada a cambio, el ego siempre busca provecho y beneficio. Todos estos actos debilitan al ego y hacen que el alma comience a manifestarse en nosotros. No se trata de palabras sino de actos. Ser humilde como lo es el ego es fácil, es una humildad hipócrita. Ser humilde porque se es así, es difícil, es algo que solo puede salir desde el corazón. La humildad del guerrero es servir incondicionalmente a la Causa Sagrada, y la servirá hasta la muerte. La muerte es su mejor compañera, ella siempre está ahí y él lo sabe y no la teme, por eso es humilde, porque comprende perfectamente que todo es perecedero en esta creación excepto el espíritu. El ego siempre busca ser más, sentirse reconocido. El alma no necesita reconocimiento, ella ya ES.
En el Islam se habla de la Gran Jihad y de la pequeña Jihad. La pequeña Jihad (un sabio sufí me dijo que esta era en realidad la Grande) es la lucha que cada uno de nosotros ha de librar para domar al ego y que se haga la voluntad de Dios (nuestra alma-espíritu). Pero cuando uno hace la voluntad de Dios no puede quedarse impasible ante la injusticia y los abusos que se infieren en nuestros semejantes por otros y entonces comienza otra Gran Lucha, que puede o no ser violenta dependiendo de como el enemigo actúe. Luchar por la libertad del hombre es siempre un acto justo y un deber como Hombre. No hacerlo es algo muy común para quienes creen que el ego lo es todo.
Vivimos en una sociedad cada vez más global que ensalza hasta las nubes al ego y se mofa y ríe del alma ¿crees que es así por que sí? ¿es esa nuestra naturaleza? Te equivocas, nos han hecho así sólo por un motivo: el ego es muy fácil de dominar y esclavizar, el alma – en cambio – no. Tu decides de que lado te pones, o del ego o del alma pero has de saber que no puedes servirlos a ambos a la vez, eso te crearía un tremendo conflicto existencial.
La doctrina del Ego y la liberación del Alma
a l e s h n a

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