Anda plácidamente entre el ruido y la prisa, y recuerda la paz que se puede encontrar en el silencio.
viernes, 7 de mayo de 2010
Para honrar y dignificar la memoria de los seres queridos que han fallecido,
Para honrar y dignificar la memoria de los seres queridos que han fallecido,
sin dejarnos arrastrar por el dolor y la depresión.
Queremos compartir un acercamiento al duelo, al dolor que representa la muerte de nuestros seres queridos más cercanos, esa inevitable pero en muchos casos desgarradora sensación de pérdida y despojo; este será sin duda alguna, un valiosísimo proceso de aprendizaje, no solo para entender y superar los períodos de luto y dolor filial, sino que además será un importante apoyo para nuestros parientes, cuando también a nosotros nos corresponda continuar nuestro proceso de crecimiento, superación e iluminación en otros planos, en otra dimensión, seguramente más cerca de Dios.
Una de las principales razones por las cuales se nos hace tan difícil asimilar y afrontar la muerte de un ser querido es nuestro desconocimiento y falta de aceptación socio-cultural al proceso de la muerte.
Usualmente, sobre todo entre los latinos y población occidental, no hablamos acerca de la muerte, su sola mención nos sobrecoge, nos amedrenta y nos llena de temeroso rechazo.Las palabras: ataúd y féretro, nos crean imágenes de película de terror, preferimos utilizar términos como: cofre, en un estéril intento de amortiguar la atemorizante idea del fallecimiento de alguien cercano y querido.
No acostumbramos decir: muerte, palabra con connotaciones trágicas, sino: defunción o fallecimiento.
El lógico desenlace de nuestra propia muerte, no es tema de conversación familiar ni de tertulia entre amigos; no dialogamos con nuestros parientes sobre la posibilidad cierta y obvia de nuestra expiración, no, de ese tema nadie quiere hablar.
Parece que pretendiéramos autoengañarnos, considerar que si no hablamos de aquella fecha o evento, tal vez esta se demorará más, quizás se "olvidará de nosotros" o "podremos pasar inadvertidos". Pero solo logramos que los problemas ocasionados por el fallecimiento de alguien sean mucho más estremecedores, más impactantes, más dolorosos y que nos lleguen más de sorpresa, que nos tomen inadvertidos, con las consecuencias emocionales que ya conocemos y que seguramente hemos padecido.Es también importante entender y asumir que no sólo se mueren las personas de mayor edad, padres o abuelos, también permanentemente están muriendo personas jóvenes y su fallecimiento, por ser más inesperado, es doblemente doloroso.
En otras culturas, como en la India, en la China, Japón y otros muchos países del extremo oriente, como también entre algunas etnias africanas y del Caribe, la idea de la muerte es diferente, la sienten más propia y cercana, tienen ritos y costumbres acerca de ella; no siempre la muerte es causa de dolor y casi nunca la consideran una pérdida, sino otra etapa en su proceso hacia una vida más elevada.
En muchas de estas culturas la defunción de un ser querido puede llegar a ser motivo de fiesta y más bien se alegran de que la persona fallecida haya descansado o se haya proyectado a una nueva dimensión más elevada y más feliz, en la cual continuará vivo su espíritu.
Algo importante que podemos aprender de aquellas culturas es como honran y veneran la memoria de sus seres queridos que hayan fallecido.Cualquier persona que alcance una edad madura, deberá vivir en promedio por lo menos tres o cuatro etapas de duelos especialmente dolorosos a lo largo de sólo 40 ó 50 años de vida. Motivo y razón suficientes para que mantengamos la idea de la muerte un poco más presente en nuestros pensamientos, es sicológicamente sano y espiritualmente recomendable que aprendamos a aceptar que la muerte es una parte muy natural de la vida, que cada día damos un paso para acercarnos más a ella; que la muerte no tiene que ser necesariamente traumática para quienes debemos vivir el duelo; deberíamos poder entender que el fallecimiento de un ser querido no es siempre una pérdida, en ocasiones podría ser preferible que un ser querido fallezca, ante la opción de una vida de sufrimientos, de dolor o limitaciones.
Deberíamos poder entender que la muerte es sólo una especie de "graduación"; cuando nos graduamos en el bachillerato (enseñanza media, secundaria o escuela superior) tenemos que dejar atrás el colegio (escuela) conocido, los profesores que ya conocemos, nuestro pupitre nunca más volveremos a ocuparlo, nos alejaremos de los compañeros de muchos años, pasamos a otro nivel y debemos seguir otro camino. Igual sucede cuando nos graduamos (nos recibimos) en la universidad, nos toca decir adiós y dejar atrás tantas cosas valiosas y queridas que han sido parte importante de nuestra vida, para poder seguir adelante, en otros campos, en otros lugares, entre otras personas.
Reflexionemos sobre esto: la muerte es una graduación, ya hemos cumplido con esta etapa de aprendizaje o de enseñanza; se han cumplido ya los objetivos de este nivel de vida y ha llegado el día y la hora de:
- Primero: descansar.
Segundo: hacer balance de lo vivido y aprendido
Tercero: muy posiblemente acceder ahora a otro nivel, tal vez para continuar con otra etapa de aprendizaje que nos acerque más a la iluminación...
o a Dios, o para poder disfrutar de los premios que hayamos logrado merecer.
El segundo punto para entender y asumir las dificultades emocionales ante un proceso de duelo es: que a raíz de nuestro rechazo o bloqueo de la idea de la muerte como un hecho lógico y... a la vuelta de cualquier esquina, como acabamos de exponer, lo que normalmente hacemos es asumir una actitud de "desplazamiento" o de "despersonalización" del concepto. Tratamos de mantenernos alejados, distantes, como que el asunto "no es con nosotros".
Hace algunos años era normal que las personas fallecían en el seno de su propio hogar y casi siempre en su propio lecho, luego se efectuaba la velación en la sala de su propia casa. Todo era más cercano, más real; seguía siendo un proceso doloroso, pero existía la oportunidad de afrontarlo, de vivirlo, de sentirlo, de enfrentarse a ello y de "cerrar los ciclos": esto quiere decir: podíamos estar más cerca (y en el mismo hogar que compartíamos) para poder decirle:
GRACIAS, "gracias por lo que me diste y compartimos juntos
"
PERDÓNAME: "perdóname cuando no fui justo, cuando no te amé lo suficiente, cuando no te manifesté con claridad todo lo que representabas para mi, perdóname cuando no te comprendí o cuando no te dediqué el tiempo y atención que necesitabas".
TE PERDONO: "te perdono tus errores humanos, ya los olvidé".
ADIOS: "Adiós, puedes ir hacia la luz, libérate ahora y disfruta de lo que Dios te tiene destinado y te has ganado".
Hoy en cambio, nuestros seres queridos fallecen en clínicas o centros de atención médica, de allí son llevados directamente a las instalaciones en las entidades de servicios exequiales y a las salas de velación, luego al crematorio... y todo se hace tan distante, todo parece tan impersonal... nuestro aturdimiento por el choque emocional nos lleva a ver todo como si fuera sólo un mal sueño, una pesadilla irreal, una mala película, algo que le está sucediendo a alguien... no a nosotros.
Luego, cuando intentamos retornar a la rutina normal del hogar... el impacto es desgarrador.
Analicemos bien esta circunstancia: es lógico que la ayuda que prestan las entidades de servicios exequiales es invaluable, ellos se hacen cargo, con conocimientos y experiencia, de esta dolorosa tarea, y además en el momento oportuno, así nos quitan de encima unas labores difíciles de atender. Pero es RESPONSABILIDAD PERSONAL, de cada doliente y de cada pariente, iniciar su proceso de duelo cerrando los ciclos, vale decir: agradecer, perdonar, pedir perdón y despedirse. Entendiendo que se debe asumir la aceptación y la concientización del proceso de duelo desde ahora mismo, con respeto y con amor.Sería un gran error el pretender negarse o evadirse de la realidad, por triste y dolorosa que ella sea; el intentar bloquear el inicio del proceso de duelo sólo acarrea consecuencias gravísimas en el futuro inmediato, a mediano y a largo plazo.
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