Cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando demasiado.
- Cuando la mayoría de nuestras conversaciones con amigas son acerca de él, y cuando casi todas nuestras frases comienzan con "él...", estamos amando demasiado.
- Cuando lo disculpamos por su mal humor, su mal carácter, y tratamos de convertirnos en su psicoterapeuta, estamos amando demasiado.
- Cuando leemos un libro de autoayuda y subrayamos todos los pasajes que lo ayudarían a él, estamos amando demasiado.
- Cuando no nos gustan muchas de sus conductas, valores o características básicas, pero las soportamos con la idea de que, si tan sólo fuéramos lo suficientemente atractivas y cariñosas, él querría cambiar por nosotras, estamos amando demasiado.
- Cuando nuestra relación perjudica nuestro bienestar emocional e incluso, nuestra salud e integridad física, sin duda estamos amando demasiado.
A pesar de todo el dolor y la insatisfacción que acarrea, amar demasiado es una experiencia tan común para muchas mujeres que casi creemos que es así como deben ser las relaciones de pareja. Algunas nos hemos obsesionado tanto con nuestras relaciones que apenas podemos funcionar como personas.
Si alguna vez has estado obsesionada por un hombre, la raíz de esa obsesión no era amor sino el miedo. Miedo a estar solas, miedo a no ser dignas o a no inspirar cariño, miedo a ser ignoradas, abandonadas o destruidas. Damos amor para que el hombre de quien estamos obsesionada se ocupe de nuestros miedos. En cambio, los miedos - y nuestra obsesión- se profundizan hasta que el hecho de dar amor para recibirlo se convierte en la fuerza que impulsa nuestra vida. Y como nuestra estrategia no da resultado, amamos más aún. Amamos demasiado.
Robin Norwood
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