Permitimos que los condicionamientos nos posean
Todos los problemas de la vida surgen por querer atrapar lo que nos ocurre proyectándolo hacia el futuro.
Si nos permitimos ser el espacio en el cual las circunstancias toman forma y se diluyen, estaremos en condiciones de entrever la esencia de cada situación, la perfección de lo vivido.
Hay una tremenda dimensión de belleza en lo que acontece. Belleza que no logramos vislumbrar cabalmente a causa del deseo por retenerla. Y ese deseo, nos ubica en el futuro.
Es tan fuerte la pulsión por sostener lo que acontece que terminamos tapando hasta cubrir completamente la sutilidad del instante.
No nos damos cuenta de nuestra propia sutilidad. Ignoramos la inmensidad primordial; permitimos que los condicionamientos nos posean al punto de excluirnos, desterrarnos de la vastedad que somos.
Las premisas, normas y leyes así como los códigos, la moral y las buenas costumbres pertenecen a un mundo en estado embrionario.
Algunas han sido creadas para guiar y organizar; otras simplemente para subyugar, reprimir y ejercer poder. Pero todas, sea cual fuere la razón por la que fueron establecidas, reducen brutalmente al ser humano, lo enredan literalmente en un laberinto de construcciones conceptuales lapidarias.
Tapamos la Vida sin darnos cabal cuenta que estamos buscando la felicidad en la muerte. Muertos en un cuerpo vivo; alienados que se creen más o menos importantes, más o menos ricos, más o menos buenos, más o menos espirituales.
¿Es posible entrever siquiera la noción de más y menos en la Conciencia? ¿Es posible fragmentar aquello que Es?
Llámalo como gustes; espíritu, alma, vacío creador. Si no lo experimentas, quedarás atrapado en las redes de la mente. Siempre habrá problemas, siempre sufrimiento. Siempre alegrías, siempre desilusión. La dualidad reduce y juega; de un extremo a otro; una ida y vuelta para partir y regresar. Eterno ritmo siempre cambiante.
Vivir sin ser, no aportará respuestas. Y las respuestas existenciales sólo llegan desde las profundidades de la indagación consiente, desde tu íntima soledad.
No cedas a la locura de creer a ciegas. Experimenta la vida. Luego decide.
Una vez que hayas tomado conciencia de lo que eres, tu responsabilidad será total. Ya no podrás refugiarte en la amnesia generalizada. Y serás constructor.
En el ahora, la utopía no existe. Todo se torna posible.
¿Y qué, de tu diario vivir
Por: Diana A. Constantino
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