domingo, 16 de mayo de 2010

¿que crees que se puede esperar de una persona con miedos e inseguridad, si no hace nada para solucionarlo?




Dicen los diccionarios que una paradoja es una afirmación que raya los limites de lo contradictorio, donde se superponen dos o más situaciones con energías opuestas , en un diálogo tal que extremos que deberían neutralizarse se potencian, juntándose se separan o separándose se unen.

Con el título paradojas del miedo queremos referirnos a intenciones, formulaciones, actitudes, tentativas, operativas, que ofrecen resultados opuestos a su propia lógica o pretensión, generando bucles que no tienen salida o solución en los términos en que están formulados. El esfuerzo por salir del miedo lo acentúa, finalmente.

Para un mayor conocimiento sobre las paradojas en los procesos de mantenimiento y solución de los problemas, y su uso en psicoterapia, pueden consultarse algunos libros de autores de la Escuela Sistémica de Palo Alto, liderada entre otros por Paul Watzlawick, o más recientemente alguna de sus derivas, por ejemplo la llamada Terapia Estratégica que, aplicada a los trastornos de ansiedad, tiene en Giorgio Nardone a uno de los autores más reconocido.



Para su tranquilidad permanezcan asustados

La persona que se siente en peligro se enfrenta a una compleja disyuntiva. Puede optar por ignorarlo, mirar para otro lado, olvidarse. De esta manera estaría menos angustiado, pero, por otro lado, más expuesto a sufrirlo por no ocuparse de prevenirlo o vigilarlo. Puede optar por no perderlo de vista, tenerlo presente, no distraerse, para así controlarlo mejor, no verse sorprendido, ponerse a salvo. Este proceder, sin embargo, le tendrá permanentemente alerta, angustiado, con la cabeza llena de posibles ocurrencias y derivas del peligro, y el cuerpo poseído por la correspondiente respuesta fisiológica autónoma de lucha-huida-parálisis. Si, además, la persona en cuestión se sintiera asustada por estos síntomas, se produciría un doble salto mortal en el bucle de la paradoja: mirar los síntomas los despierta, no hacerlo la llevaría a sentirse a su merced.

Así pues, para sentirse tranquilo y seguro tendría que preocuparse. Pero si se preocupa, no estará tranquilo. Si no se preocupa, estará tranquilo, pero no se sentirá seguro. Darse cuenta de que está tranquilo, le llevará a pensar que se ha despreocupado, quizás temerariamente...



A mayor inseguridad mayor control, a mayor control mayor inseguridad

El temor a perder el control sobre el propio pensamiento, conducta o impulsos, es frecuente en los problemas de ansiedad. En cierto modo, este sentimiento, o pre-sentimiento, es consubstancial a la experiencia de ansiedad elevada. Si la ansiedad guarda relación, como hemos señalado, con la percepción del sujeto de verse desbordado, respecto de su capacidad y recursos, por las demandas y exigencias del medio (externo o interno), es natural que dicha experiencia se equipare a pérdida de control sobre uno mismo o sobre el entorno. Es probable que la ansiedad altere la ejecución de repertorios de conducta, incluso algunos que normalmente salen solos sin que medie la conciencia en su producción, ya sea por tratarse de respuestas autónomas, o bien automatizadas tras un proceso de aprendizaje y entrenamiento: la articulación y fluidez del habla, la atención y concentración, la respuesta sexual, la conciliación del sueño, etc. La percepción de dichos fallos crea dudas en la persona que los experimenta sobre su adecuada regulación y produce desconfianza sobre el normal y correcto funcionamiento de sus funciones y facultades.Ante la inseguridad que genera la propia ansiedad, y la eventualidad de que se produzcan actos o intervenciones fallidas o deficientes, el sentido común nos dicta un socorrido antídoto: aumentar el control.Alertados por el incremento de errores, algunos pacientes deciden, entonces, someter a control directo y voluntario acciones o secuencias de acción que normalmente venían produciéndose automáticamente, sin esfuerzo consciente de realización. Así, es posible que la persona afectada trate de regular forzar la concentración, de modo que en realidad se está concentrando sobre el propio fenómeno de la concentración, en detrimento de lo que se quiere atender; forzar o vigilar el sueño, actividad que en la práctica impide conciliarlo. Pero si no lo hace, si no lo intenta ¿Cómo podrá regular algo que de suyo está apareciendo de manera alterada y que le perjudica?. Si por miedos e inseguridades sociales, una persona se comporta de manera inhibida, rígida y poco natural, tal vez se dé la orden de ser espontáneo, imponiéndose las conductas tenidas por tal, pero entonces deja de serlo. Algo tiene que hacer no obstante, si no lo intenta estará “cortado y acartonado”.

De nuevo la persona con ansiedad se enfrenta a un contrasentido desconcertante: Si no aumenta el control no ganará confianza, pero si lo aumenta será menos efectiva. Entonces no ganará seguridad. Tendrá que aumentar el control.

Pelearse para perder rindiéndose para ganar

Las personas con niveles altos de ansiedad, por un motivo o por otro, suelen sentirse frecuentemente tomadas al asalto por pensamientos importunos y amenazantes, síntomas difíciles de sufrir y sentimientos desagradables. Con cierta frecuencia la respuesta de la persona es tratar de combatirlos para que se vayan, pelearse con ellos para que al menos no ganen terreno, tratar de contrarrestarlos. Si no lo hace así teme que se apoderen de ella y la traicionen el momento más inoportuno o inesperado. Pero mientras les combate, les hace el juego, cobran fuerza o se transforman en otros más horrorosos, y vienen más a la cabeza o a las tripas. Podría optar por dejarse atravesar y esperar que pasen; aceptarlos, darlos por normales y convivir con ellos. Pero si no se tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones y adquirir compromisos, quizás después no los podamos asumir. Mas si la persona toma sus decisiones en función de ellos les da un poder que no quisiera.



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