miércoles, 11 de agosto de 2010

¿Qué hacemos con las emociones?




La respuesta a esta pregunta parecería muy sencilla desde un enfoque cotidiano, todas las platicas que tenemos en nuestra vida están llenas de emociones, entonces lo lógico sería que los seres humanos tuviéramos un excelente manejo de esos conceptos tan de moda, “las emociones”.

La realidad es muy desafortunada, es imposible decir que no hay emociones en nuestras relaciones personales, el detalle está en que éstas han sido veladas, reprimidas, manejadas, manipuladas, incluso prostituidas en su manejo por conveniencias que nos ha otorgado eso que nos hace diferentes a los animales, la razón.

Es común escuchar a cualquier persona hablar de ellas, pero ¿Qué es una emoción? etimológicamente, el término emoción viene del latín emotĭo, -ōnis que significa el impulso que induce la acción.

En psicología se define como aquel sentimiento o percepción de los elementos y relaciones de la realidad o la imaginación, que se expresa físicamente mediante alguna función fisiológica como reacciones faciales o pulso cardíaco, e incluye reacciones de conducta como la agresividad, el llanto.

Las emociones son materia de estudio de la psicología, las neurociencias, y más recientemente la inteligencia artificial (Wikipedia, enciclopedia libre). La definición en sí misma es interesante, un impulso que induce a la acción es un algo que llega a ser percibido por alguno de los sentidos, hace sentir y pensar algo y entonces se da una respuesta. Ejemplos, si se ve a una persona a quien se ama se siente “bonito”, si se ve a una persona golpeando a un niño se siente “mal”, si se encuentra de frente al violador que ha destruido muchas vidas se siente “asco” y aquí es donde se requiere comenzar a solucionar el problema que hoy día tenemos con las emociones, no las sabemos reconocer.

Las emociones han pasado de ser sentidas a ser pensadas y, se quiere tratar con el pensamiento lo que es del corazón (si nos ponemos románticos) o del hipotálamo (si nos ponemos fisiológicos). La resultante es muy compleja, cuando somos cuestionados sobre lo que sentimos, contestamos lo que pensamos que sentimos o, peor aún, lo que pensamos que es correcto sentir ante tal o cual circunstancia. Esta distrofia en la comunicación de las emociones nos ha llevado a no entendernos a nosotros mismos, o correctamente dicho, nos ha llevado a no saber sentirnos y por lo tanto, a generar una serie de “vínculos afectivos” carentes de clara afectividad ya que, si no se sentirme a mí mismo, ¿Cómo hacer para sentir al otro?.

Propiamente dicho nuestras relaciones se han tornado objétales, es decir, “tú eres una cosa que a mí me sirve y yo soy una cosa que sirve a los demás” esto es normal en un bebé de 0 a 4 meses, y en esa época de la vida la relación objetal es en un solo sentido, para el bebé, la madre es su única oportunidad para vivir. Es alrededor de este cuarto mes cuando la maduración cerebral ya da oportunidad al infante de sentir cosas diferentes a sus necesidades básicas, ya no solo es el hambre o el dolor físico lo que motiva al niño, ahora que reconoce el cariño, el amor, la cercanía, el rechazo etc. etc. el bebé comienza a dar claras muestras de lo que siente, recordemos la serie de expresiones que da un bebé de esta edad al ver a su madre después de un tiempo de ausencia, estas emociones van madurando en el transcurso del crecimiento y desarrollo humano, y puede decirse que a los 9 años de edad ya somos sabedores de lo que son nuestras emociones, casi todas y casi completamente. Por citar ejemplos podemos asomarnos en un salón de 2º de primaria y conoceremos la transparencia emocional de estos niños, y también su peculiar manejo, de todos es conocida la frase “los niños son crueles con su sinceridad”; hecho que es real y que es bien aprendido en casa. Ya que al no saber sentir las emociones, las pensamos, y es la sensación que no entendemos la que nos hace explotar hacia afuera en conductas poco controladas, las aventamos para saber que va a hacer el otro con ellas.

La cuestión neuronal va madurando al mismo tiempo que la cultura va moldeando al individuo, y nuestra cultura nos va enseñando que los hombres no lloran, aunque duela mucho; también nos enseña que las niñas son frágiles y delicadas, por lo tanto tienen todo el derecho de llorar y expresar sus emociones, digamos que hasta este punto está bien, pero lo que sucede es que los niños al no poder llorar desplazan sus emociones a otros lugares de su psicología, pueden tornarse agresivos, indiferentes, insensibles, orgullosos, etc. etc. dependiendo de la personalidad que tengan; y, las niñas, desde muy temprana edad aprenden a sacar beneficios de sus emociones que si pueden expresar. Este moldeamiento comienza en casa, se refuerza en la sociedad y repercute de por vida en el individuo. Y como de hecho ni el desplazamiento emocional ni la manipulación de la emociones llena de bienestar a la persona, pues comenzamos de manera automática a buscarles una explicación en la lógica del pensamiento, dejando de lado la inteligencia emocional. Dicho sea de paso, otro concepto que cobra una fuerza enorme fundamentada en la dificultad para hacer lo que de manera automática deberíamos saber hacer con las emociones.

El costo social de esta problemática es muy elevado en lo social y por supuesto en lo individual, la soledad es la condición humana que impera en este momento de la vida gracias a nuestra deficiente comunicación emocional.

La respuesta a este problema no está fuera de nuestro alcance, de hecho solo se puede resolver desde nuestro interior, lo que tratamos de hacer los psicólogos, y todos los profesionales de la salud es enseñar a nuestros pacientes a reconocer sus emociones, ponerles nombre, disfrutarlas y expresarlas, finalmente, toda emoción que no se habla se actúa, y realmente nos conviene hablarlas. Nos conviene comenzar este aprendizaje cuando no estamos cursando por ninguna crisis importante en nuestra vida, nos conviene comenzar a sentir cariño y decir te quiero; comenzar a sentir tristeza y decir estoy triste; comenzar a sentir odio y poder decirlo, y así con todas la emociones.



SI las que han sido catalogadas como deseables y las que no son deseables, finalmente son complementarias y todas son necesarias. Comenzar por dar lugar a reconocer el enojo, el rencor, el resentimiento, la alegría, el amor, la euforia, la compasión, el desprecio, la solidaridad, el odio, la depresión, y todas las sensaciones y emociones con que contamos los seres humanos, es un buen principio.

Qué riesgos se corren? Pues que mucha gente no entienda lo que expresamos, ser criticados e incluso juzgados y agredidos por arriesgarnos a ser emocionalmente inteligentes. No importa, a la larga las relaciones sanas también son contagiosas. Quiero decir con esto que una vez que se logra salir del sitio en donde todo es mecánico y se comienza a incursar en lo emocional, primero la soledad es más intensa pero después, se comienzan a encontrar nuevas relaciones emocionales y por lo tanto más sanas.

Mi experiencia como terapeuta me ha alertado sobre lo justa que es la vida y hoy puedo compartir que si no se ha tenido la oportunidad de aprender a sentir cuando se está bien, entonces nos es regalada una crisis que nos obliga a sentir lo que en buena hora no quisimos o pudimos sentir.

En estas crisis, que por lo general son perdidas, y por lo tanto dolorosas, es cuando comenzamos a acercarnos a las emociones. No es esta la mejor opción de comenzar el aprendizaje emocional, sin embargo para apoyar en este camino estamos psicólogos y todos aquellos que profesionalmente nos dedicamos a la salud mental. La otra opción es una crisis placentera que nos enseñe sentimientos y emociones bonitas, por esta razón nadie va al psicólogo.

Finalmente, hablar de nuestras emociones no implica, de ninguna manera, no hacer caso de nuestra cognición, mas al contrario, una buena salud mental se fundamenta en sentir, pensar y actuar en coherencia.

Basta de quedarnos con los abrazos, los besos y las caricias guardados para nadie, basta de quedarnos callados para no hacer problemas más grandes, basta de no poder pedir perdón por dignidades mal entendidas, y basta de sentir tanta soledad estando tan cerca de tanta gente que amamos y que nos ama pero que no nos lo decimos. La invitación es sencilla

ENTREGATE A TUS EMOCIONES
Jessica Eguiguren


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