lunes, 14 de junio de 2010

PREJUZGAR A LOS DEMÁS


La siguiente reflexión está relacionada con mi salud.

Cuando menosprecio o prejuzgo a otra persona
Ya sea un niño o un adulto,
En realidad me estoy haciendo daño a mí mismo.

Cuando critico a los demás me debilito. Pierdo mi capacidad de gozar de la vida y de tener una buena disposición de ánimo. Me siento muy mal. Mi capacidad inmunológica disminuye (esto incluso se puede probar midiendo los glóbulos blancos).

Cuando prejuzgo y menosprecio a una persona quedo atrapado de varias maneras. Me resulta más difícil tener una actitud completamente abierta hacia ella, mirarla a los ojos con una apertura maravillosa. Lo mejor de mí ya no brilla espontáneamente hacia ella. Comienzo a evitarla. Se instala el “distanciamiento”. Me siento horriblemente mal y con culpa. En lo profundo de mi ser sé que estoy divorciado de lo mejor de mí. Esa persona y yo nunca podremos “bailar juntos”.

No digo que sea fácil. No digo que yo sepa vivir sin criticar y culpar a los demás. Lo que digo es lo siguiente: Me he dado cuenta que cuando prejuzgo a otros, lo que hago, en realidad, es causarme daño a mí mismo y debilitarme.
Siempre que juzgo me siento mal.

Una persona que tiene pensamientos despectivos hacia otro ser humano no puede ser feliz. Todo el mundo lo sabe.

Todos tenemos ideas negativas y prejuiciosas sobre otras personas. Todos, sin excepción. El tema es; ¿qué reflexiones me inspiran tales ideas?

Por lo tanto, si te das cuenta que estás acusando y prejuzgando a alguien, visualiza (imagina) en tu mente la mano que señala con el índice,

Cuando “señalas con el dedo índice” a alguien y lo condenas, lo acusas o lo culpas, tiendes a olvidar que hay tres dedos que te señalan a ti.

ATAQUE - MIEDO

En ocasiones atacamos a otras personas. ¿Qué pasaría si siempre sintiera miedo cuando esté ante alguien a quien en el pasado ataqué de alguna manera?

He comprobado la siguiente verdad:

Siempre temeré a quien he atacado.

¿Qué quiero decir con atacar a otro ser humano?

La calumnia, por ejemplo, es un ataque. Hacer comentarios despectivos sobre alguien es un ataque. Ridiculizar a una persona y mostrarse irónico respecto a ella es atacarla. Culpar y acusar a alguien también es atacarlo, y así sucesivamente...

¡Un pensamiento también puede ser un ataque! Tener pensamientos negativos y condenatorios sobre otra persona es atacarla. Cuando ataco a alguien, siempre genero culpabilidad en mi interior.

En forma automática e inconsciente, mi ataque generará en mí el temor a que esa otra persona, a su vez, me ataque... lo cual hará (como una especie de defensa) que la siga atacando... lo cual, a su vez, aumentará mi sentimiento de culpa... lo cual generará en mí más miedo a que esa persona me ataque... y sí sucesivamente.

Es un círculo vicioso inconsciente que crece y se acelera.

Dentro de ese círculo yace la explicación de las conductas prepotentes e intimidatorias.

Cada ataque me separa más de la persona que se supone que debo ser.

Siempre le temeré a quien he atacado.

Te darás cuenta que esto es verdad si te analizas a ti mismo en tu vida diaria. Observa cuándo te sientes libre y cuando no.

Quizás algunas personas crean que sólo son responsables de sus acciones –de lo que hacen- y no de lo que piensan. Yo mismo solía creerlo.

La verdad es que soy responsable de lo que pienso.
Ejemplo: Entras a una habitación donde varias personas están esperando.

Es una reunión y tú tienes que dirigirte a ellas. Quizás estés por dar una charla. De pronto, aparentemente sin motivo alguno, piensas algo negativo y condenatorio sobre uno de los presentes. Tal vez pienses algo así como: “¡Santo Dios! ¡Auxilio! ¡Qué hace él aquí!” o: “¡Oh, no! ¡Ella también está aquí!”

Entonces las cosas se complican. Has atacado a otra persona. En lo profundo de tu ser, inconscientemente, estarás esperando un ataque de ella. Sentirás miedo. Estarás a la defensiva. Te recluirás, pese a seguir en la habitación. No será fácil “bailar” con lo mejor de ti.

El efecto más notorio será que lo mejor de ti no brillará con calidez y franqueza hacia esa persona. Tratarás de evitarla. Ya no serás libre. Habrá surgido en ti el miedo a esa persona. Eres consciente de todo eso en tu propio cuerpo mientras sigues en la habitación.
Se requiere de mucha energía para controlar la situación. Es probable que luego te sientas tenso y cansado.

Aceptar con calma el significado de “Siempre le temeré a quien he atacado” es revolucionario. En definitiva, sólo se trata de nuestra propia salud.

KAY POLLAK


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