miércoles, 22 de septiembre de 2010

MIRAR HACIA DENTRO

NANGPA

Supongamos que hacemos un cambio radical. Supongamos que renunciamos a mirar sólo en una dirección. Se nos ha enseñado a pasar la vida persiguiendo nuestros pensamientos y proyecciones.Aun cuando se habla de la «mente», únicamente se hace referencia a los pensamientos y emociones, y cuando nuestros investigadores estudian lo que imaginan que es la mente, sólo observan sus proyecciones. En realidad, nadie contempla nunca la mente en sí, el terreno en el que surgen todas esas expresiones, y esto acarrea consecuencias trágicas.

Dijo Padmasambhava: Aunque aquello que suele llamarse «mente» es umversalmente valorado y muy mentado, aún no se comprende, se comprende mal o se comprende sólo de un modo unilateral.Puesto que no se comprende correctamente tal como es en sí, surge una cantidad inconcebible de afirmaciones e ideas filosóficas.Además, dado que los individuos corrientes no la comprenden, no reconocen su propia naturaleza, y así continúan vagando por los seis destinos de renacimiento en los tres mundos y sufriendo por ello.

En consecuencia, no comprender la propia mente es una falta muy deplorable.¿Cómo podemos darle la vuelta a esta situación? Es muy sencillo. Nuestra mente tiene dos posiciones: mirar hacia fuera y mirar hacia dentro.Ahora miremos hacia dentro.La diferencia que este ligero cambio de orientación puede conllevar es tremenda, e incluso podría corregir los desastres que amenazan al mundo. Cuando un número mucho mayor de personas conozca la naturaleza de su mente, conocerán también la gloriosa naturaleza del mundo en que se hallan y se esforzarán intensa y valerosamente en protegerlo. Es interesante observar que «budista», en tibetano, se dice nangpa.

Esta palabra significa «persona interior»; es decir, una persona que no busca la verdad fuera, sino dentro de la naturaleza de la mente. Todas las enseñanzas y prácticas del budismo se dirigen a este único punto: a contemplar la naturaleza de la mente, y de este modo liberarnos del miedo a la muerte y ayudarnos a conocer la verdad de la vida.Mirar hacia dentro nos exigirá una gran sutileza y un gran valor; nada menos que un cambio completo en nuestra actitud ante la vida y la mente. Estamos tan habituados a mirar hacia fuera que hemos perdido casi por completo el acceso a nuestro ser interior. Nos asusta mirar hacia dentro, porque nuestra cultura no nos ha dado ninguna idea de lo que vamos a encontrar.Incluso podemos pensar que si lo hacemos nos exponemos a la locura.

Esta es una de las últimas y más logradas trampas de nuestro ego para impedir que descubramos nuestra auténtica naturaleza.Así pues, hacemos nuestra vida tan agitada que eliminamos hasta el menor riesgo de mirar hacia nosotros mismos. Incluso la idea de meditar puede asustar. Al oír las expresiones «ausencia de ego» o «vacuidad», se creen que experimentar tales estados ha de ser algo así como ser arrojado por la escotilla de una nave espacial para flotar eternamente en un vacío oscuro y helado.Nada podría estar más lejos de la verdad. Pero en un mundo dedicado a la distracción, el silencio y la quietud nos aterrorizan, y nos protegemos de ellos por medio del ruido y las ocupaciones frenéticas. Contemplar la naturaleza de nuestra mente es lo último que nos atreveríamos a hacer.Algunas veces pienso que no queremos plantearnos realmente ninguna pregunta acerca de quiénes somos, por miedo a descubrir que existe otra realidad distinta a ésta.

¿Cómo quedaría lo que hemos vivido hasta ahora a la luz de este descubrimiento? ¿Cómo reaccionarían nuestros amigos y colegas ante lo que ahora sabemos? ¿Qué haríamos con este nuevo conocimiento?

A veces, aunque la puerta de la celda esté abierta de par en par, el preso no quiere escapar.

El libro tibetano de la vida y de la muerte


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