lunes, 18 de octubre de 2010

UN RECORDATORIO

Con frecuencia, lo que pienso de otro ser humano está más relacionado con lo que hay dentro de mí que con lo que hay dentro de esa persona.
Lo que pienso de otro ser humano habla más de mí mismo que de la otras persona. Este texto puede servir como recordatorio:
Lo que Pedro piensa de Pablo

A menudo dice más de PedroQue de Pablo.
¿Por qué no poner este texto en la pared de tu lugar de trabajo?O si quieres, reformúlalo de la siguiente manera:
Lo que pienso de Pedro dice más de mí mismoQue de Pedro.
O quizás puedas decir algo así:
Es en mi menteDonde se crean mis pensamientos.
Lo que pienso de tiPone de manifiesto algo de mí.
Lo que pienso de tiNo dice nada de ti.



PENSAMIENTOS VERDADEROS Y FALSOS
Recuerda a alguien que conozcas. De inmediato tendrás algún pensamiento sobre esa persona. Es instantáneo.
¿Y si cada pensamiento que tienes sobre otro ser humano pudiera aumentar lo que es verdadero de esa persona o lo que es falso (la imagen, la ilusión, la fantasía?)
Y si no existieran pensamientos neutrales sobre los demás?. Para mí eso se ha transformado en la verdad.
Lee con frecuencia la siguiente frase:
Cada pensamiento mío agrega algo a lo verdadero o a lo ilusorio.
Cada pensamiento mío aumenta la verdad o la falsedad.
Ejemplo: Estás sentado en el ómnibus de regreso a tu casa luego de trabajar. Miras a alguien. En tu cabeza surge un pensamiento sobre esa persona.

Ese pensamiento aumentará la “masa de pensamientos verdaderos” sobre ese otro ser humano o, por el contrario, aumentará la falsedad - la imagen, las ilusiones, las fantasías -.
Una vez que te hayas dado cuenta de esto comenzarás a prestarle más atención a tus pensamientos. ¡No es para nada aburrido!
Recuerda con frecuencia que ninguna otra persona piensa tus pensamientos.

Tú eres el único responsable de ellos.
De vez en cuando, durante el día, repite para tus adentros:
Soy responsable de mis pensamientos.
Desde luego, cualquier cosa que digas sobre una persona también aumenta la verdad o la falsedad sobre ella o él. Pero, por ahora, comienza practicando cómo prestar atención a tus pensamientos. Porque sólo en ese nivel puedes hacer una elección. Por lo tanto, repite para tus adentros, de vez en cuando durante el día, la siguiente frase:
Cada pensamiento mío sobre otro ser humano aumenta la verdad o la falsedad sobre esa persona.
Y también lee lo siguiente:
Soy responsable de mis pensamientos.



SIETE PALABRAS DE ORO


El siguiente ejercicio puede ser el que te resulte más extraño.
La próxima vez que te sientas criticado, usado o atacado por un colega, un paciente, un cliente, un alumno, tu hijo o tu hija adolescente... prueba con estas Siete Palabras de Oro.
Inhala profundamente y al espirar dile con calma a esa persona:
Hay algo cierto en lo que dices.
Lo que experimentarás será milagroso. ¡Ambos sentirán alivio!
Las mejores oportunidades para practicar este ejercicio se presentarán con la persona con quien elegiste vivir.

¡La has elegido para aprender buenas lecciones! En tu relación de pareja, habrá días en los que tendrás que inhalar muy profundamente antes que realmente puedas llegar a decir con calma mientras exhalas: Hay algo cierto en lo que dices.
Practica una y otra vez. Gradualmente podrás comenzar a aceptar la antigua verdad:
No puedes cambiar a otro ser humano.Al único que puedes cambiar es a ti mismo.



VER LA VERDAD


La próxima vez que te encuentres con alguien que esté irritado, furioso o alterado, o que actúe con arrogancia, ironía y agresividad, recuerda con calma lo siguiente:
Una persona que se siente bien nunca tiene necesidad de atacar ni de ridiculizar a nadie.
¡No le digas esto a la otra persona!

Sólo piensa en ello y comenzarás a verla desde otra perspectiva.
Ya no te sentirás amenazado con tanta frecuencia como solía ocurrir. No te lastimarán con tanta facilidad. No responderás a la ira con la misma rapidez.

Podrás permanecer en calma. Tu corazón latirá tranquilo.
Ante ti tienes a una persona que en este momento no se siente bien.
Si puedes darte cuenta de esto, probablemente actúes y reacciones de una manera que haga que, tanto la otra persona como tú, se sientan mejor.

Obtendrás mejores resultados del encuentro. Si quedas atrapado en el antiguo modelo –empezar a culpar a esa persona- te sentirás peor (y, por supuesto, la persona afectada también).
Por lo tanto, la próxima vez que te encuentres con alguien alterado, arrogante, agresivo... haz la prueba.
Las peleas nunca empiezan con lo primero que se dice.Empiezan con lo segundo.



TENGO ALGO QUE APRENDER
La próxima vez que te sientas alterado, irritado, furioso, agotado y cansado con respecto a un colega (paciente, cliente, alumno, socio...) prueba decirte cuidadosamente a ti mismo (esto demandará una buena disposición de tu parte):
Lo que está ocurriendo en este momento está ocurriendo porque tengo algo que aprender.
No digo que sea fácil.

Pero cuando culpamos a otros por algo que está sucediendo, es posible que estemos transfiriendo –proyectando- nuestro propio problema a un inocente.
Sólo yo elijo si quiero transferir mi enojo a otro ser humano, o si quiero entender y encontrar las razones de ello en mi interior. Si quiero aprender algo –de mí mismo- y crecer.
Ejemplo: Solía irritarme y alterarme si la gente llegaba demasiado tarde a mis conferencias.

En verdad, me había convertido en una víctima de la forma en que elegía interpretar la realidad.
Finalmente, logré entender que ¡no me disgustaba o irritaba por las razones que yo creía” cuando la gente llegaba demasiado tarde. ¡Para nada!
Confundía la causa con el efecto. El problema no eran “ellos”. La razón de mi disgusto estaba absolutamente dentro de mí. El problema era sólo mío. El motivo era mi actitud.
La verdad era que tenía una imagen muy pobre de mí mismo y temía perder el control.

¡Tenía miedo!


Al principio no me animaba a ver ese miedo. Era más conveniente y más fácil ver a los demás como la razón de mi malestar, en lugar de ver que el motivo del problema se encontraba dentro de mí. Tenía mucho que aprender.
Por lo tanto, la próxima vez que estés disgustado e irritado con alguien, intenta tomar cierta distancia y decir para tus adentros, en calma:
Lo que está ocurriendo en este momentoEstá ocurriendo porque tengo algo que aprender.



HAY ESPERANZA
Algo que me ha resultado muy cierto es lo siguiente:
Cuando critico a alguienNo veo a la persona en su integridad.
En lo profundo de nuestro ser todos sabemos esto.
No digo que sea fácil. Pero la verdad es que cada vez que critico a alguien no veo a la persona en su integridad. Sólo reparo en un fragmento minúsculo de él o ella.
Si tengo la oportunidad de ver a la persona en su integridad, toda su historia, sus sufrimientos, desgracias, sueños y esfuerzos, no podré criticarla ni burlarme de ella.

Puedo reprobar o criticar las acciones de alguien, pero tendré una actitud abierta y entenderé a esa persona una vez que tenga la oportunidad de verla en su totalidad. Es notable, pero es verdad.
A veces, ver la totalidad es lo más difícil. ¡Es tan fácil ver y concentrarse en una parte pequeña, limitada, y criticar!
Todo esto proporciona una buena razón para tener esperanzas: es sencillo y obvio. Sin embargo, verlo y aplicarlo no es tan sencillo.



PREJUZGAR A LOS DEMÁS


La siguiente reflexión está relacionada con mi salud.
Cuando menosprecio o prejuzgo a otra personaYa sea un niño o un adulto,En realidad me estoy haciendo daño a mí mismo.
Cuando critico a los demás me debilito. Pierdo mi capacidad de gozar de la vida y de tener una buena disposición de ánimo. Me siento muy mal. Mi capacidad inmunológica disminuye (esto incluso se puede probar midiendo los glóbulos blancos).
Cuando prejuzgo y menosprecio a una persona quedo atrapado de varias maneras.

Me resulta más difícil tener una actitud completamente abierta hacia ella, mirarla a los ojos con una apertura maravillosa. Lo mejor de mí ya no brilla espontáneamente hacia ella. Comienzo a evitarla. Se instala el “distanciamiento”. Me siento horriblemente mal y con culpa. En lo profundo de mi ser sé que estoy divorciado de lo mejor de mí.

Esa persona y yo nunca podremos “bailar juntos”.
No digo que sea fácil. No digo que yo sepa vivir sin criticar y culpar a los demás. Lo que digo es lo siguiente: Me he dado cuenta que cuando prejuzgo a otros, lo que hago, en realidad, es causarme daño a mí mismo y debilitarme.

Siempre que juzgo me siento mal.
Una persona que tiene pensamientos despectivos hacia otro ser humano no puede ser feliz. Todo el mundo lo sabe.
Todos tenemos ideas negativas y prejuiciosas sobre otras personas. Todos, sin excepción.

El tema es; ¿qué reflexiones me inspiran tales ideas?
Por lo tanto, si te das cuenta que estás acusando y prejuzgando a alguien, visualiza (imagina) en tu mente la mano que señala con el índice,
Cuando “señalas con el dedo índice” a alguien y lo condenas, lo acusas o lo culpas, tiendes a olvidar que hay tres dedos que te señalan a ti.

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