Un poema es una cosa que será”, dijo el poeta chileno Vicente Huidobro, una visión que sólo existe en el interior del poeta y que se vislumbra como una nueva belleza en el mundo, algo a volcar y hacer aparecer, y hoy estamos ante la maravillosa oportunidad de crear en nuestro interior las visiones y las palabras que un día serán ese planeta libre que todos anhelamos.
El poeta es valiente por el simple hecho de atreverse a visualizar en su interior algo nuevo, y esa valentía nace de su libertad y de su corazón libre de limitaciones. Es un pequeño Dios, como dijera también Huidobro, un ser sin límites y poderoso. Un ser despierto que vive en el presente y lo disfruta todo. Y al hablar del poeta no quiero sólo referirme a quien sabe unir las palabras para darles esa belleza única, sino que la poesía es condición innata de todo ser humano, el que se sabe creador, el que reconoce que su propia vida es su obra permanente.
El poema que estamos creando juntos en estos tiempos requiere de una visión clara y valiente en nuestro interior. Es decir, no esperar a que el mundo manifieste siquiera lo que soñamos, sino confiar que nuestros sueños sean ya en nuestro corazón un mundo creado y vívido. Viviendo el presente como un todo que nos entrega la oportunidad de ser felices a cada instante, independientemente de cómo aparenta estar el mundo en el exterior, con todas sus contradicciones, valores añejos y miedos. Y ser felices consiste en la conciencia de sentir la vida en el preciso instante de un suspiro. Nada más, no te puedo decir más, porque estaría nublando la verdad con definiciones extranjeras a nuestra esencia. Es decir, cuando de una u otra forma logremos sentir plenamente la vida que nos rodea y que es fruto de nuestro interior, estaremos logrando esa felicidad tan soñada. No pensar en lo que viene, visualizar sólo con la sensación de ser felices ahora, y tener la confianza de que estaremos creando un nuevo mundo, una nueva belleza, un mundo de libertad en que el pensamiento temeroso quede a un lado para dar paso a la obra consciente de nuestro corazón…, y el de todos, porque somos muchos los poetas que de a poco perdemos el miedo a crear y a creer que es posible hacer de nuestra vida una obra de arte.
El arte, en esencia, y puedes comprobarlo al escuchar una bella música o ver una pintura de un gran pintor, es un instrumento develador de verdad. Lo que logran los colores y los sonidos es trasladarnos a la no linealidad de creación y percepción, permitiéndonos tocar aquellos espacios de amor que viven en nuestra verdad esencial, en nuestro origen. En definitiva, entregarnos a la poesía creadora como un acto artístico basado en nuestra capacidad de amar, es la llave para sentir la verdad del amor que nos originó. En ese espacio, nada puede salir mal, y sólo belleza, una nunca antes creada por la humanidad, se manifestará ante nuestros ojos…, y será un reconocimiento, un recuerdo, porque el creador conoce su obra antes de ser plasmada en la forma.
El amor, esa sustancia energética que da vida al arte creador del que todos somos capaces, necesita expandirse en nuestro corazón, en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Es necesario que entendamos que para crear como magníficos poetas, debemos soltar nuestras creencias sobre cómo debe manifestarse el amor en la tierra. Es necesario universalizar el amor y nuestra capacidad de amar, abriéndolo a espacios insospechados en que se permite que la energía fluya sin miedo y cree nuevos paisajes, porque en nuestro interior el paisaje habrá cambiado.
El poeta le canta a la vida y puede hacerlo porque la conoce en su totalidad. ¿Cómo le cantaremos nuestros nuevos cantos si no superamos nuestros miedos a vivir? Traspasando las formas que se nos enseñaron sobre cómo debemos vivir la vida, y disfrutando siempre de todo lo que es ella entenderemos su verdad esencial, su configuración ilusoria susceptible de transformación, su belleza entera plasmada en cada ser…, sólo así podremos cantar libres nuestro poema, con la voz de la poesía pura, sin reglas ortográficas ni gramaticales. Sólo cantar nuestro sueño al mundo para que en ese sonido puedan subir todos los que quieran.
El poeta siente, y desde ese sentir libre y sin miedo a las posibilidades de creación, puede imaginar lo que vendrá, y en ese imaginar logra recordar las infinitas formas posibles que su esencia de creador le permite. La imaginación consciente, la que resulta del proceso de atrevernos a vivir la vida sin miedo, es el arma más poderosa contra todos los augurios oscuros sobre nuestro destino. Nada está dicho para el futuro y no hay circunstancias que no se puedan transformar, entonces, no nos quedemos en esa sensación de temor y frustración, y proyectemos despiertos, como grandes soñadores, una nueva belleza, un nuevo orden sin normas que desempoderen a nadie.
Somos nosotros, los que habitamos este planeta, los que tenemos escrito en nuestro interior la mayor poesía jamás escrita en la Tierra por un humano, y aún se esconde, aún teme asomarse, pero tengo la certeza y la confianza de que no será por mucho tiempo más. Sueño despierto, e imagino un mundo en que todos los pechos estén abiertos para entregar su amor, un mundo en que nadie le diga a nadie cómo debe vivir o encontrar su verdad, un mundo en que la poesía sea nuestro lenguaje y que a través de él nos comuniquemos, esa poesía que no necesariamente suena como las palabras, sino aquella que se siente y se percibe en cada cosa que la vida nos entrega, esa poesía escrita en la corteza de los árboles y en el olor de las flores, pero incluso voy más allá de la naturaleza que es pura conciencia divina, me refiero a aquella poesía humana nunca antes dicha, la de la caricia desinteresada porque estaremos rebosantes de propio amor, la del suspiro eterno que nos conecta a cada instante vivido como una totalidad sin límites ni fronteras de creación y disfrute.
Este es mi sueño y mi certeza. Este es mi arte. Este es mi poesía en prosa, en canción, en besos, en dulzura, en confianza, en amor.
En nuestra historia nunca estuvimos en este maravilloso punto de creación. Hemos llegado muy lejos como para permitirnos temer ahora. En este momento lo único que nos queda es entregarnos al flujo de nuestra visión interior y disfrutarla como si fuese lo único que tenemos. Esto se llama vivir, como lo hacen los poetas.
ROBERTO CABRERA OLEA
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