La relación es uno de los misterios. Y, como existe entre dos personas, depende de ambas. Cuando dos personas se encuentran, se crea un mundo nuevo. Con sólo reunirse, un nuevo fenómeno adquiere existencia, sin haber estado antes, sin haber existido nunca antes. Y, a través de ese nuevo fenómeno, ambas personas
cambian y se transforman.
Sin relaciones, eres una cosa; con relaciones, te transformas de inmediato en otra cosa. Algo nuevo ha sucedido. Una mujer, al convertirse en amante, ya no es la misma mujer. Un hombre, cuando es padre, ya no es el mismo hombre. Un niño nace, pero dejamos completamente de lado un punto: en el momento en que nace el niño, también nace la madre. Ésta no existía antes. Existía la mujer, pero no la madre. Y la madre es algo absolutamente nuevo.
La relación es creada por ti, pero luego, a su vez, la relación te crea a ti. Dos personas se encuentran; esto quiere decir que dos mundos se encuentran. No es algo simple, sino muy complejo, de lo más complejo. Cada persona es un mundo en sí misma, un complejo misterio, con un largo pasado y un eterno futuro.
Al comienzo, sólo se reúnen las periferias. Pero, si la relación gana intimidad, se torna más cercana, más profunda, entonces, poco a poco, comienzan a unirse los centros. Cuando se unen los centros, se denomina amor. Cuando se encuentran las periferias, hablamos de “conocidos”. Muchas veces comienzas por llamar amor a tu “conocido”. Estás entrando en una falacia. Ese conocimiento no es el amor.
El amor es muy raro. Llegar al centro de una persona es pasar por una revolución interior porque, si quieres acceder al centro de una persona, tendrás que permitir que también ella acceda a tu centro. Deberás volverte vulnerable, absolutamente vulnerable, abierto.
Es un riesgo. Permitir que alguien acceda a tu centro es riesgoso, peligroso, porque nunca sabes qué te hará esa persona. Y, una vez que se conocen todos tus secretos, una vez que lo que ocultas se descubre, una vez que estás completamente expuesto, nunca sabes
qué te hará la otra persona.
Hay temor allí: por eso nunca nos abrimos.
Con sólo tener un “conocido”, pensamos que el amor se ha producido. Se unen sólo las periferias y creemos que nos hemos reunido. Tú no eres tu periferia. En realidad, la periferia es el límite en el cual terminas, sólo la cerca que te rodea; no coincide contigo. La periferia es el lugar donde tú terminas y el mundo comienza.
Hasta los maridos y las esposas que han vivido juntos muchos años pueden no ser más que conocidos. Pueden no haber conocido al otro por completo. Y, cuanto más tiempo vives con alguien, tanto más olvidas que los centros no se han conocido.
Entonces, lo primero que es necesario comprender es que no hay que confundir el conocimiento con el amor.
Puedes hacer el amor, puedes tener un vínculo sexual, pero el sexo también forma parte de la periferia.
Si los centros no se encuentran, el sexo es sólo la reunión de dos cuerpos, y el encuentro de dos cuerpos no es tu encuentro.
Así, el sexo no es sino una relación de conocimiento: física, corporal, pero relación de conocimiento únicamente puedes permitirle a alguien acceder a tu centro cuando no estás asustado y no sientes pánico.
Entonces, te digo que hay dos tipos de vida: una, guiada por el miedo; otra, guiada por el amor.
La vida que se guía por el miedo nunca puede conducirte a una relación profunda. Permaneces asustado, y al otro no se le puede permitir, no se lo puede autorizar a llegar hasta tu mismo centro. Dejas que el otro llegue hasta un punto, y luego se levanta una pared y todo se detiene.
La persona que se guia por el amor es el religioso. Una persona guiada por el amor es alguien que no le tiene miedo al futuro, que no le teme al resultado ni a las consecuencias, alguien que vive aquí y ahora.
Por eso, Krishna le dijo a Arjuna en el Gita: “No te preocupes por el resultado. Eso es lo que hace una mente, en este contexto, es conocimiento superficial, trato social, mera cercanía física que se guía por el miedo. No pienses en qué resultará de ello. Sólo quédate allí y actúa en forma íntegra. No calcules. Un hombre que se guía por el miedo está permanentemente calculando, planificando, haciendo arreglos, protegiéndose. Y así malgasta toda su vida.”
He oído la historia de un viejo monje zen. Estaba en su lecho de muerte. Había llegado su último día, y declaró que esa noche dejaría de existir. Entonces, los seguidores, los discípulos, los amigos comenzaron a llegar. Se reunía gente de lugares lejanos y remotos.
Uno de sus viejos discípulos, al oír que el maestro iba a morir, corrió al mercado. Alguien preguntó:
-El maestro está muriendo en su cabaña, ¿por qué corres hacia el mercado?
El viejo discípulo dijo:
-Sé que a mi maestro le encanta cierto tipo de tortas; así que se la voy a comprar.
Fue difícil encontrar esa torta, porque ya no estaba de moda, pero a la noche, de alguna manera, la había conseguido. Llegó corriendo con la torta. Y todos estaban preocupados: el maestro parecía estar esperando a alguien. Abría los ojos, miraba y volvía a cerrarlos.
Y, cuando llegó el discípulo, dijo:
-Bien, has llegado. ¿Dónde está la torta?
El discípulo sacó la torta, y se puso muy contento cuando el maestro preguntó por ella. Agonizando, el maestro tomó la torta en la mano, pero su mano no temblaba. Estaba muy viejo, pero la mano no le temblaba.
Entonces, alguien preguntó:
-Estás muy viejo y estás a punto de morir. Estás por exhalar tu último aliento, pero ¿no te tiembla la mano…?
El maestro respondió:
-Yo nunca tiemblo, porque no tengo miedo. Mi cuerpo se volvió viejo, pero yo aún soy joven, y seguiré siéndolo aun cuando el cuerpo ya no esté.
Entonces, dio un mordisco y comenzó a masticar la torta.
Y entonces alguien inquirió:
-¿Cuál es tu mensaje, maestro? Nos dejarás pronto. ¿Qué quieres que recordemos?
El maestro sonrió y dijo:
-¡Ah! Esta torta es deliciosa.
Éste es un hombre que vive en el aquí y ahora. El momento siguiente carece de significación. En este momento, la torta está deliciosa.
Si puedes estar en este momento, en este presente, con plenitud, sólo entonces podrás amar. El amor es un florecimiento extraño. Sólo sucede de vez en cuando. Millones y millones de personas viven con la falsa actitud de ser amantes.
Creen que aman, pero se trata sólo de su creencia.
El amor es un florecimiento raro. A veces, sucede. Es raro porque sólo puede producirse cuando no hay temor; nunca antes. Esto quiere decir que el amor puede ocurrirle sólo a alguien profundamente espiritual, a alguien religioso.
El sexo es posible para todos; el conocimiento es posible para todos. Pero no el amor.
Cuando no tienes miedo, no hay nada que ocultar. Entonces, puedes estar abierto, puedes retirar todas las fronteras y puedes invitar al otro a entrar hasta tu centro mismo.
Y recuerda: si permites que alguien penetre en ti tan profundamente, el otro te dejará penetrar en él o en ella pues, cuando le abres la puerta a alguien, se genera confianza. Cuando no tienes miedo, el otro pierde los temores.
En tu amor, siempre hay miedo. El marido teme a la esposa, y la esposa le teme al marido. Los amantes siempre están temerosos. Entonces, no se trata del amor, es sólo un acuerdo entre dos personas temerosas que dependen la una de la otra, peleando, explotando, manejando, controlando, dominando, poseyendo. Pero no es el amor.
El amor es difícil. Es necesario deshacerse del miedo. Y esto es lo extraño: que estás tan asustado y no tienes nada que perder.
Kabir dijo en alguna parte: “Analizo a la gente. Están muy asustados, pero no llego a entender por qué, dado que no tienen nada que perder.”
Dice Kabir: “Son como alguien que está desnudo, pero que nunca toma un baño en el río, porque le da miedo: ¿dónde secará su ropa? Ésta es la situación en la que te encuentras: estás desnudo, sin ropa, pero siempre te preocupas por la ropa.”
¿Qué tienes para perder? Nada. Este cuerpo te será arrebatado por la muerte. Antes de que la muerte te lo quite, bríndalo al amor. Todo lo que tengas te será quitado por la muerte. Antes de que te lo saquen, ¿por qué no compartirlo? Es la única manera de poseerlo.
Si eres capaz de compartir y de dar, eres el maestro. Te lo van a quitar. No hay nada que puedas retener para siempre. La muerte lo destruirá todo.
Entonces, si me sigues bien, la lucha es entre la muerte y el amor.
Si puedes dar, no habrá muerte. Antes de que puedan quitarte algo, ya lo has brindado, habrás hecho un regalo.
No puede haber muerte. Para un amante, no hay muerte.
Para alguien que no es amante, cada momento es muerte, porque en todo momento algo le es arrebatado.
El cuerpo va desapareciendo, y él pierde en cada instante. Y luego llegará la muerte y todo será aniquilado.
¿Qué es el temor? ¿Por qué estás tan asustado? Aunque todo se sepa de ti y seas como un libro abierto, ¿por qué temer? ¿Cómo puede hacerte mal? Sólo falsas concepciones, sólo condicionamientos sociales: que tienes que esconder cosas, que tienes que protegerte, que tienes que tener una actitud constantemente hostil, que todos son enemigos, que todo el mundo está en contra de ti.
¡Nadie está en contra de ti! Aun cuando sientas que alguien está en contra de ti, tampoco lo está, pues todas las personas se preocupan por sí mismas, no por ti. No hay nada que temer. Tienes que descubrir esto antes de que pueda aparecer una relación auténtica.
No hay nada que temer.
Medita acerca de ello. Y, después, permite que el otro entre en ti, invítalo. No crees barreras en ninguna parte; vuélvete un pasadizo siempre abierto, sin cerraduras, sin puertas, sin puertas cerradas. Así, el amor se hace posible.
Cuando se reúnen dos centros, hay amor. El amor es un fenómeno químico; igual que cuando se unen el hidrógeno y el oxígeno, y se crea algo nuevo: el agua. Puedes tener hidrógeno, puedes tener oxígeno pero, si tienes sed, no te servirán de nada. Puedes tener todo el oxígeno que quieras, todo el hidrógeno que quieras, pero la sed no se te pasará.
Cuando se reúnen dos centros, se crea algo nuevo. Eso nuevo es el amor. Es igual al agua. La sed de muchas, muchas vidas, se satisface. De repente, te pones contento. Ése es un índice visible del amor: te pones contento, como si hubieras conseguido todo.
No hay nada que lograr ahora; has alcanzado el objetivo. No hay
más objetivos, el destino se ha cumplido. La semilla se ha transformado en flor: su florecimiento fue completo.
Un contento profundo es el signo visible del amor. Cada vez que una persona está enamorada, está profundamente contenta. El amor no se puede ver sino a través del contento, la profunda satisfacción que lo rodea… su misma respiración, cada uno de sus movimientos, su existencia misma: alegre.
Tal vez te sorprenda que afirme que el amor te deja sin deseo, pero que el deseo va con descontento. Deseas porque no tienes. Deseas porque piensas que, si tuvieras algo, serías feliz. El deseo se genera en el descontento. Cuando hay amor, y dos centros se encuentran, se disuelven y se fusionan, y nace una nueva sustancia química, hay alegría. Es como si toda la existencia se hubiera detenido: no hay movimiento.
Entonces, el momento presente es el único momento. Y entonces puedes decir: “¡Ah! Esta torta está deliciosa.”
Ni siquiera la muerte significa nada para un hombre enamorado.
Por eso te digo que el amor te dejará sin deseo. No tengas miedo, abandona tus temores, ábrete. Permite que otro centro acceda a tu centro interior. Renacerás a través de ello, se creará una nueva cualidad del ser. Si hay amor allí, tendrás verdaderamente por primera vez la sensación de que la existencia es divina y de que todo es una bendición.
Pero hay que hacer mucho antes de que esto pueda suceder. Hay mucho que destruir antes de que esto pueda suceder. Debes destruir todo lo que genera barreras en ti.
Haz del amor un sadhana, una disciplina interior. No dejes que sea sólo algo frívolo. No permitas que se transforme sólo en una ocupación de la mente. No permitas que se vuelva únicamente una satisfacción corporal. Haz de él una búsqueda interior, y toma al otro como un ayudante, como un amigo.
Si has oído algo acerca del Tantra, sabrás que dice: “Si puedes encontrar un compañero, un amigo, una mujer o un hombre que esté dispuesto a desplazarse contigo hacia el centro interior, que esté dispuesto a llegar contigo al pico más alto de la relación, entonces esta relación se volverá meditativa. As!, a través de esta relación, alcanzarás la última relación. Entonces, el otro se transforma en una puerta.”
Déjame explicarlo: si amas a una persona, primero desaparece poco a poco la periferia de la persona, desaparece la forma de la persona. Te acercas cada vez más al interior, que no tiene forma. Poco a poco, la forma se torna vaga y desaparece. Y, si llegas a más profundidad, incluso este individuo sin forma comienza a desaparecer y a fundirse.
Entonces, se abre el más allá. Así, ese individuo particular era sólo una puerta, una apertura. Y, a través de tu amado, encuentras lo divino. Por no poder amar, necesitamos tantos rituales religiosos.
Son sustitutos, y sustitutos muy pobres. Una Meera no necesita un templo adonde ir. La existencia toda es su templo. Ella puede danzar ante un árbol, y éste se transforma en Krishna. Ella puede cantar ante un pájaro, y éste se vuelve Krishna. Ella crea su Krishna a su alrededor en cualquier parte.
Su amor es tal que, mire adonde mire, se abre la puerta y se revela el Krishna, el ser amado se revela.
Pero la primera vislumbre siempre llega a través de un individuo. Es difícil estar en contacto con lo universal. Es tan grande, tan vasto, tan sin comienzo y sin final: ¿por dónde empezar? ¿Por dónde ingresar? El individuo constituye la puerta de entrada. Enamórate. Y no lo transformes en una lucha.
Ten una gran indulgencia para con el otro, que sea sólo una invitación.
Permite que el otro entre en ti sin condicionamientos, y de repente el otro desaparece y Dios está allí. Si tu amante o tu amado no puede tornarse divino, entonces nada en el mundo puede volverse divino.
Así que no es una cuestión del hombre y la mujer únicamente. Ésa es una de las fuentes más profundas de lo divino, y es a la que accedes naturalmente, pero puede suceder desde otras fuentes.
La clave fundamental es ésta: debes permitir que el otro ingrese hasta tu centro más profundo, al fundamento mismo de tu ser.
Pero nos seguimos engañando. Pensamos que amamos.
Y, si piensas que amas, no hay posibilidad de que el amor se produzca: porque, si esto es el amor, entonces todo está cerrado. Haz nuevos esfuerzos. Trata de encontrar en el otro el ser real que está oculto. No tomes a nadie por seguro.
Cada individuo es un misterio tal que, si sigues incursionando más y más en él, no tiene fin.
Pero nos aburrimos del otro, porque sólo la periferia, y siempre la periferia…
Estuve leyendo un relato. Un hombre estaba muy enfermo y probó todos los tratamientos posibles, pero nada le daba resultado. Entonces, acudió a un hipnotizador y éste le dio una oración, un mantra para repetir constantemente: “No estoy enfermo.” Durante al menos quince minutos por la mañana y quince minutos por la noche: “No estoy enfermo, estoy sano.” Y todo el día, siempre que lo recordara, debía repetirlo.
Después de unos días, comenzó a mejorarse. Y, en el lapso de unas semanas, estaba absolutamente bien.
Entonces, le contó a su mujer:
¡Esto fue un milagro! ¿Debería ir al hipnotizador por otro milagro más? Porque últimamente no siento apetito sexual, y la relación sexual prácticamente ha desaparecido. No hay deseo.
La mujer se puso contenta. Le dijo que fuera, ya que se sentía muy frustrada.
El hombre fue al hipnotizador.
Volvió y su mujer le preguntó:
-¿Qué mantra, qué sugestión, te ha dado ahora?
El hombre no le respondió pero, en el lapso de unas semanas, su apetito sexual comenzó a retornar: comenzó a sentir deseo nuevamente.
La mujer estaba muy intrigada.
Ella continuamente insistía con la pregunta, pero el hombre se reía y no decía nada. Entonces, un día (mientras él estaba en el baño, una mañana, haciendo su meditación, su mantra de quince minutos), intentó escuchar lo que decía.
Él decía:
-No es mi esposa, no es mi esposa, no es mi esposa.
Tenemos a la gente como algo seguro. Si alguien es tu esposa, se acabó la relación. Si alguien es tu esposo, se acabó la relación. Ahora no hay aventuras. El otro se transforma en una cosa, una mercancía. El otro ya no es un misterio para ser descifrado, el otro ya no es nuevo.
Recuerda que todo muere con la edad. La periferia siempre es vieja, y el centro es siempre nuevo. La periferia no puede seguir siendo nueva, pues a cada momento envejece, se pone rancia. El centro está siempre fresco y joven. Tu alma no es la de un niño, ni un hombre joven ni un viejo. Tu alma sólo es eternamente joven: no tiene edad.
Puedes experimentar con ella. Puedes ser joven, puedes ser viejo: sólo cierra los ojos y averígualo. Trata de sentir cómo es tu centro: ¿viejo?, ¿joven? Percibirás que el centro no es ninguna de estas dos cosas. Siempre es nuevo, nunca envejece. ¿Por qué? Porque el centro no pertenece al tiempo.
En el proceso temporal, todo se vuelve viejo. Nace un niño: el cuerpo ya empieza a envejecer. Cuando decimos que un niño tiene una semana de vida, significa que una semana de vejez ha penetrado en su cuerpo.
El niño ya ha transitado siete días que lo acercan a la muerte, ha cumplido siete días hacia la muerte. Se está dirigiendo hacia la muerte: más tarde o más temprano, habrá de morir.
Cualquier cosa que sucede en el tiempo, envejece.
Desde el momento en que ingresa en el vector del tiempo, ya está envejeciendo. Tu cuerpo es viejo, tu periferia es vieja. No puedes estar eternamente enamorado de ella. Pero tu centro es siempre fresco, es eternamente joven.
Una vez que estás en contacto con él, el amor es un descubrimiento de cada momento. Y entonces la luna de miel nunca termina. Si finaliza, no era una luna de miel. Era sólo una relación entre conocidos.
Y lo último que hay que recordar es que, en la relación de amor, siempre culpas al otro si algo sale mal. Si algo no va como debiera, el otro es el responsable. Esto destruye toda posibilidad de crecimiento futuro. Recuerda que siempre eres responsable, y cambia. Despréndete de tus cualidades que generan conflicto.
Haz del amor una autotransformación.
Como dicen en los cursos para vendedores: el cliente siempre tiene razón. Me gustaría decirte que, en el mundo de las relaciones y del amor, tú siempre te equivocas y el otro siempre tiene razón.
Y esto es lo que sienten los amantes: algo anda mal en mí si las cosas no andan como debieran. ¡Y ambos sienten lo mismo!
Así, las cosas evolucionan, los centros se abren, las fronteras se funden.
Pero, si piensas que el otro está equivocado, te estás cerrando a ti y al otro. Y el otro también piensa que tú te equivocas.
Los pensamientos son contagiosos. Si piensas que el otro está equivocado (aun cuando no lo hayas dicho, aun cuando sonrías y demuestres que no crees que el otro esté equivocado), el otro lo percibe a través de tu mirada, a través de tus gestos, a través de tu cara.
Aun cuando seas un actor, un gran actor, y puedas componer tu cara, tus gestos, como quieras, también entonces tu inconsciente estará emitiendo señales todo el tiempo.-“Estás equivocado.” Y, cuando dices que el otro está equivocado, el otro empieza a sentir que eres tú quien se equivoca.
En esta sacudida, se destruye la relación y entonces la gente se cierra. Si le dices a alguien que está equivocado, comienza a protegerse, a defenderse. Así, se cierra. Siempre recuerda que, en el amor, siempre te equivocas. Y así abrirás la posibilidad, y el otro también sentirá lo mismo.
Generamos la sensación en el otro.
Cuando los amantes están cerrados, de inmediato los pensamientos empiezan a pasar de uno al otro. Aun cuando no digan nada, aun cuando permanezcan callados, se comunican, El lenguaje está para quienes no aman.
Para los amantes, el silencio es suficiente como lenguaje. Sin decir nada, siguen dialogando.
Si tomas al amor como un sadhana, no digas que el otro está equivocado. Simplemente trata de buscar: en alguna parte de ti, debe haber algún error; y deshazte de ese error.
Va a ser difícil, pues va en contra del yo. Va a ser difícil, porque va a herir tu orgullo. Va a ser difícil, porque no serás dominante, posesivo; no te tornarás más poderoso a través de la posesión del otro.
Esto destruirá tu yo: por eso va a ser difícil. Pero la destrucción del yo es la meta, el objetivo. Por donde te acerques al mundo interior (a través del amor, a través de la meditación, a través del yoga, a través de las oraciones), cualquiera sea el camino que elijas, el objetivo será el mismo: la destrucción del yo, el abandono del yo.
A través del amor, se lo puede conseguir muy fácilmente, ¡y es tan natural! El amor es lo natural. Todo lo demás resulta cada vez más artificial. Si no puedes abrirte paso al amor, será difícil que puedas abrirte paso a cualquier otra cosa. No pienses mucho en el futuro. Con el presente, alcanza. No pienses que la relación viene
del pasado.
Viene del pasado, pero no pienses en ello, porque, te complicarás. Haz las cosas más sencillas.
Hay continuidad: las cosas tienen una continuidad respecto de tus vidas anteriores; así que no niego este hecho, pero tampoco me siento sobrecargado por su peso.
Esta continuidad se prolongará en el futuro, pero no pienses en ello. El presente es más que suficiente. Mastica la torta y exclama: “¡Esta torta está deliciosa! No pienses en el pasado ni en el futuro; ellos se ocuparán de sí mismos.
Nada es discontinuo. Tuviste relaciones en el pasado. Amaste, odiaste, hiciste amigos y enemigos. Esto se prolonga; lo sepas o no, siempre estará allí.
Pero, si comienzas a meditar acerca de esto, dejarás de lado el momento presente.
Entonces, piensa como si no hubiera pasado y como si no hubiera futuro. Este momento es todo lo que te es dado.
Calcula como si este instante fuera todo. Compórtate como si este momento fuera todo, y calcula cómo puedes transformar tus energías en un fenómeno de amor, en este mismo instante.
Lo importante es estar aquí y ahora y encontrar tu camino. Si puedes encontrarlo a través de la relación, maravilloso. Si no puedes encontrarlo a través de la relación, encuéntralo en tu soledad. Éstos son dos caminos.
El amor implica encontrar tu camino a través de la relación. La meditación, en soledad. El amor y la meditación: éstos son los dos caminos.
Fíjate cuál es el que se adapta a ti. Luego, coloca todas tus energías en él y sigue ese camino.
Amado Osho, tus palabras son tan hermosas, que sentimos que otra comunicación se produce cuando nos hablas. ¿Te referirías a la comunicación silenciosa, y al modo en que podemos abrirnos a ella?
Siempre está allí. Mientras te hablo, también estoy “siendo” para ti. Conversar es relacionarme contigo a través del intelecto, y ser es relacionarme contigo con mi totalidad.
Mientras me escuchas, si realmente estás escuchando, no se trata sólo de escuchar las palabras. Al escucharme, tu mente se detiene. Al escucharme, no
estás pensando. Cuando no estás pensando, estás abierto. Y, cuando no estás pensando y tu mente no está en funcionamiento, comienzas a sentir.
Entonces puedo abrumarte, puedo conmoverte y saciarte. Las palabras se utilizan sólo como un recurso.
Yo mismo no estoy muy interesado en las palabras. Pero tengo que hablar, pues ésta es mi sensación:
mientras hablo, tú permaneces callado.
Si no hablo, sigues hablando por dentro y ya no estás en silencio. Si estuvieras en silencio sin que yo hablara, no habría necesidad de hablar. Estoy esperando el momento en que te sientes a mi lado, cerca de mí, sin pensar.
Entonces no será necesario hablar, porque hablar es algo parcial.
Entonces puedo llegar a ti en mi totalidad, directamente, sin necesidad de que medien las palabras.
Pero, si te digo que te sientes en silencio a mi lado, no podrás sentarte en silencio. Continuarás charlando, seguirás hablando por dentro. Una conversación interior seguirá su curso. Para detener tu diálogo interior, tengo que hablarte, para que, mientras hablo, prestes atención.
Mi charla es como el juguete que se le da a un niño, para que vaya y juegue con él, quedándose callado y absorto. Te ofrezco mis palabras como juguetes.
Juegas con ellas y, mientras lo haces, estás tan absorto que te quedas callado.
Cada vez que se produce el silencio, puedo fluir hacia ti.
Las palabras pueden ser hermosas, pero nunca pueden ser la verdad. La belleza constituye un valor estético. Puedes disfrutarla, al igual que puedes gozar de una bella pintura, pero no sucederá mucho a partir de este placer. Es bueno mientras dura. Pero las palabras nunca son la verdad: no podrían serlo, por su naturaleza
misma. La verdad sólo puede ser comunicada en silencio.
Pero ésa es la paradoja: aquellos que han insistido en que la verdad sólo puede ser comunicada en silencio, todos usaron palabras. Esto es una vergüenza, pero no se puede hacer nada al respecto.
Es necesario usar las palabras para hacerte callar. El silencio es importante, y ese silencio te permitirá vislumbrar la verdad.
Aun si tienes vislumbres de verdad a través de mis palabras, esa vislumbre se produce a través de tu silencio y no de mis palabras.
Aun si te sientes absolutamente seguro de que lo que digo es verdad, esa sensación de certeza absoluta proviene de tu silencio y no de mis palabras. Siempre que estás callado, allí está la verdad.
Siempre que mantienes un diálogo interior, el parloteo de mono continúa por dentro, pasas por alto la verdad que está siempre presente.
Cualquier cosa que yo haga (hablarte, ayudarte a meditar conmigo, forzarte a hacer catarsis, o convencerte de bailar, de festejar), cualquier cosa que yo haga tendrá un solo objetivo: ayudarte de alguna manera a que te calles pues, cuando estás en silencio, las puertas se abren: estás en el templo. El modo en que hagas silencio carece de importancia.
Te quedas en silencio y entonces yo estoy dentro de ti y tú estás dentro de mí. El silencio no conoce fronteras. En el silencio, se produce el amor. Me he transformado en un amante para ti; tú te has vuelto un amante para mí. En silencio, ocurre todo lo que tiene significación.
Pero producir el silencio es un arduo problema.
Por eso, no me interesa mucho lo que te digo. Me interesa más lo que te pasa cuando te digo algo, x, y, z. A veces, no dejo de contradecirme: hoy afirmo algo, y mañana digo otra cosa, porque lo que digo no es lo importante. Mis charlas no son más que poesía. No soy un filósofo.
Tal vez sea un poeta, pero no soy un filósofo. Mañana diré otra cosa, y pasado mañana, otra distinta. Ése no es el punto. Mis afirmaciones pueden ser contradictorias, pero yo no soy contradictorio, porque hoy digo algo y te quedas callado; mañana afirmo algo totalmente contradictorio y te quedas callado; pasado mañana vuelvo a decir algo totalmente contradictorio (todo lo que he afirmado lo contradice), pero te quedas callado.
Tu silencio es mi coherencia. Soy coherente, siempre coherente: contradictorio en la superficie, pero la corriente interior sigue siendo la misma.
Y recuerda: si te digo lo mismo todos los días, no te quedarás callado. Te aburrirás y tu diálogo interior dará comienzo.
Si sigo repitiendo lo mismo, esto se volverá viejo. Cuando algo es viejo, ya no necesitas escucharlo, o bien, aun sin escuchar, sabes lo que voy a decir, y puedes seguir con tu diálogo interior. Tengo que ser creativo al afirmar cosas, sorprendiéndote a veces.
Pero una coherencia interna se mantiene: es para generar en ti el silencio, pues entonces puedo estar contigo y tú puedes estar conmigo. El amor, la verdad, pueden florecer allí.
Siempre que hay silencio, florece la verdad.
La verdad es un florecimiento del silencio.
Suficiente por hoy.
Mi Camino, El camino de las Nubes Blancas
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