viernes, 1 de abril de 2011

Por qué es importante amarse a uno mismo


A veces la afirmación que puntualiza que hay que amarse a uno mismo antes que a lo/s demás, se interpreta como egoísta. Pero esta interpretación proviene de creer que amar es excluyente y no incluyente, auténtica definición del amor. Planteo un punto de vista de recorrido por el pensamiento, quitando la idea viciada de que vosotros sois lo último en lo que tenéis que pensar con el fin de cumplir los deseos del Supremo llevando una vida de abnegación, y propongo que enfoques desde otro punto de vista este asunto. A veces el recorrido que hacéis en la lógica de vuestros pensamientos marca un sendero y, de este modo, al iniciar cada nuevo
recorrido en tu lógica de un pensamiento incides de nuevo en el sendero viciado, por atracción de la “gravedad”.
Y es que la gravedad atrae sobre todo a lo que tiene peso. Un pensamiento viciado lo tiene. Es el peso de la cultura, de religiones interesadas en obnubilar el contacto directo con la propia verdad para que sirváis a sus fines y no a los del Supremo. El pasado está muerto. Hay que dejarlo donde vivió. Si el pasado no se extiende hasta tu ahora y sin embargo lo llevas dentro, ¿no será que tú te estás extendiendo hacia la muerte?
El pasado que no se suelta, queda dentro. Cargáis así, dentro de una vida que fluye, con un peso muerto. El pasado roba energía de vuestros cuerpos. Vuestro cuerpo mental desperdicia así de la propia vida una porción de sí mismo para configurar algo que ya sólo es imagen, extático. Esa porción de mente deja de ser útil al individuo, está paralizada en una forma fija. Así, esa porción de mente deja de fluir, con lo que deja de servir a la vida presente. A su vez, y dado que todos los cuerpos interactúan, una porción equivalente de cuerpo emocional deja de usar su vibración en las emociones del ahora para quedar ancladas en una emoción sin proyección viva, por lo tanto, al estar proyectada en la oscuridad es como si se desperdiciara de los requerimientos presentes, de la vida que fluye e interactúa.

GRACIELA BÁRBULO

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